jueves, 22 de junio de 2017

El escaramujo, rey

El Sol (Madrid), 25 de febrero de 1932

Voy a ver, señor mío, si logro responderle parabólicamente ―la parábola, ya lo sabrá, es la curva de los tiros por elevación― a su pregunta de curiosidad indiscreta.

¿Ha leído usted alguna vez el bíblico Libro de los Jueces? Pues en su capítulo IX se nos cuenta el apólogo que clamó Joatam, el hijo menor de Jerobaal, cuando reunidos los israelitas en Siquem proclamaron rey ―mejor sería decir juez o caudillo― a Abimelec, hermano de aquel, y que había matado a todos los otros sus hermanos. Y dice el texto bíblico desde el versillo 7 al 15 de ese capítulo:

“Oídme, varones de Siquem, que Dios os oiga. Fueron los árboles a elegir rey sobre sí y dijeron al olivo: Reina sobre nosotros. Mas el olivo respondió: ¿Voy a dejar mi pingüe jugo, con el que por mí Dios y los hombres se honran, por ir a ser grande sobre los árboles? Y dijeron los árboles a la higuera: Anda tú y reina sobre nosotros. Y respondió la higuera: ¿Voy a dejar mi dulzura  y mi buen fruto por ir a ser grande sobre los árboles? Y dijeron los árboles a la vid: Pues ven tú y reina sobre nosotros. Y la vid les respondió: ¿Voy a dejar mi mosto, que alegra a Dios y a los hombres, por ser grande sobre los árboles? Dijeron entonces todos los árboles al escaramujo: Anda tú y reina sobre nosotros. Y el escaramujo respondió: Si en verdad me elegís por rey sobre vosotros, venid y aseguraos debajo de mi sombra, y si no, fuego salga del escaramujo que devore los cedros del Líbano.”

Tal es el apólogo bíblico de Joatam, hijo de Jerobaal, y único que escapó de los fraticidios de su hermano Abimelec, proclamado rey. Y si le tienta la curiosidad de saber como acabó éste, el escaramaujo rey, lea todo el resto del capítulo IX.

Y a otra cosa. ¿Cree usted que al olivo, a la higuera y a la vid del apólogo bíblico les faltaba la ambición ―muy noble― del escaramujo? ¿Cree usted que temían contraer responsabilidad sobre sus fuerzas asegurando a los demás árboles bajo su sombra? Pues no, no es así. Es que el olivo, la higuera y la vid sabían que servían mejor a Dios, al Dios del pueblo de los árboles, de la selva sagrada, y a la selva misma, dando aceitunas, higos y racimos de uvas, y con ellos aceite, azúcar y mosto, que no prestando su sombra a sus hermanos arbóreos y selváticos. Para la vida y el medro de la selva y su servicio a Dios, para el cultivo ―esto es: la cultura― de la selva, el aceite, el azúcar y el mosto son tan necesarios, acaso más, que la sombra del escaramujo. Y ¡ay de aquel que por querer reinar sobre los demás, por acceder a su pedido de que los acoja bajo su sombra, deja de dar su propio fruto! Que unos árboles dan fruto, y otros sombra, y otros leña. Y cada uno cumple su misión. Y el peregrino se regala con aceitunas, higos y uvas a la sombra de un árbol copudo, y si hiela se calienta con la leña de un árbol caído, que le conforta. ¿Me entiende usted?

No, no le pida usted su sombra al olivo, a la higuera o a la vid. Ni quiera usted hacerles caciques. Con sus frutos propios sirven a la comunidad de la selva.

Pero le decía que Abimelec, el escaramujo, no fue propiamente rey. Los israelitas no tuvieron propiamente rey hasta que se lo pidieron a Samuel, según se cuenta en el Libro primero de Samuel, capítulo X, vers. 19, Se lo pidieron diciéndole: “Pon rey sobre nosotros.” Y esto después de haber abandonado la realeza de Jehová. Y después que Samuel les hizo ver toda la servidumbre que habían de tener que sufrir bajo un rey. En los versillos del 11 al 19 del capítulo VIII de este libro podrá usted leer todo lo que Samuel profetizó a su pueblo que padecería bajo un rey. “Empero el pueblo ―dice el texto bíblico― no quiso oír la voz de Samuel, sino que dijo: No, sino que haya rey sobre nosotros, Y luego clamó el pueblo con alegría: ¡viva el rey!” (X, 24). No “¡viva Jehová, rey!”, sino “¡viva el rey!”, refiriéndose a Saúl. A Saúl, que luego enloqueció.

Mas dejando para otra coyuntura comentar la bíblica leyenda de Saúl, quien pidieron por rey a Samuel los israelitas, me cumple decirle que Abimelec, el rey escaramujo, no era propiamente un rey, sino un juez, pues en aquellos días, según dice el texto bíblico (Jueces, XXI, 25), “no había rey en Israel, sino que cada uno hacía lo que le parecía recto delante de sus ojos”. Es decir, que el régimen era lo más republicano que cabe, y aun cabría decir que anarquista.

Y a propósito: ¿no sería por espíritu anarquista ―o mejor, anárquico― por lo que el olivo, la higuera y la vid se negaron a hacer de reyes? Y es de creer, por otra parte, que tampoco aceptasen la realeza del escaramujo, ni se acogieran a su sombra, aun a riesgo de ser, como los cedros del Líbano, devorados por el fuego de éste. Es espíritu anarquista es, sin duda, un espíritu indisciplinado, de absoluto individualismo, de señeridad completa, un espíritu jabalinesco, de solitario ―aunque sea en sociedad―, de señero; pero ¿no se le puede y se le debe perdonar al que da aceite, azúcar o mosto? Y en cuanto al jabalí, al verdadero jabalí, al que anda solo ―los jabalíes no van en manada o rebaño―, si Sansón encontró un panal de miel, con su enjambre de oficiosas abejas, en el cuerpo muerto del león que mató (Jueces, XIV, 8), y se dijo que nada hay más fuerte que el león ni más dulce que la miel (v. 18), ¿qué si en el jabalí cazado, y rendido, y muerto, encontráramos miel, o aceite, o azúcar de higos, o mosto? Pero otro día, pronto, le enviaré por este mismo medio una defensa del verdadero jabalí, del solitario, del que no se acuesta a dormir al pie del escaramujo.

¿Está claro? Para usted sé que sí; pero me temo que a otros les parezcan estas parábolas acertijos, y a los mentecatos…, paradojas.

1 comentario:

  1. tus interrogantes sobre el olivo, la higuera y la vid, sobre si les falta ambición o si cada quien tiene un propósito es aceptable, yo por otra parte puedo justificar al olivo, a la higuera y la vid, por querer servir a Dios, pero la parodio termina en que Dios se honra el lo vas vil y menos preciado del mundo para demostrar su glorió, en comparación de la grosura del olivo, de los buenos frutos de la higuera y del mosto de la vid, es acaso el escaramujo un arbusto mayores que ellos!

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