miércoles, 5 de julio de 2017

Actuación y situación políticas

El Sol (Madrid), 7 de abril de 1932

¿Que te aconseje en qué juventud has de situarte, o sea en qué partido te has de matricular? ¡A buena parte, muchacho! Porque tú andas al husmo de la brisa —o ventarrón— que pasa, y a falta de vocación buscas colocación. Lo que es muy natural y muy histórico; pero ¿llamarme a consejo a mí? Vamos, sin embargo, a hablar de eso que llaman política en sentido diferencial, estrecho o, si quieres, técnico.

Hasta nueve partidos, o mejor clientelas, republicanos gubernamentales —que aspiran a gobernar desde el Poder, entiéndase— conocemos, y que son —los cito en un orden cualquiera—: socialista, radical-socialista, radical, federal, acción republicana, al servicio de la República, republicano conservador, liberal-democrático y progresista. Sin que asegure que no dejemos fuera algún otro partido o cacho de él. Y que dan, claro, los que llaman extremos, ya de izquierda, ya de derecha, según esta tan cómoda clasificación espacial. Y especial. ¿Sus diferencias programáticas? No seré yo —¡líbreme Dios!— quien me atreva a señalarlas. Les temo, además —llevo más de cuarenta años de catedrático oficial—, a los programas o prólogos, ateniéndome mejor a los metagramas o epílogos. No el “¿que venimos a hacer?” de apertura de curso, sino el “esto hemos hecho” de cierre de él. Yo no sé bien en qué se diferencian ideológicamente unos de esos partidos de los otros, ni sé si sus partidarios lo saben. Acaso los federales, que tienen su Corán y su Mahoma. Aunque hay que decir, en su abono, que son los más consecuentemente liberales. Y todo lo demás de derechismo o izquierdismo no son más que vaciedades.

Y vamos a lo de situarte. Habrás leído que uno de los caudillos de uno de esos partidos dijo una vez esto: “Yo estoy donde estaba.” Lo cual es cosa de situación y no de actuación, es cosa de estar y no de ser. Habría sido cosa de ser y no de estar si hubiera, dicho: “Yo soy el que era.” Y para seguir siendo el que se era es preciso muchas veces dejar de estar donde se estaba. Porque —tengo que repetírtelo— actuar no es situarse, ni la actuación es situación. Ni es conveniente sacrificar la esencia a la estancia, el ser al estar. Y en cuanto a esto mismo del ser...

Permite que te cite —y no me lo tomes a pedantería de profesional de helenismo —aquella admirable y honda sentencia de Píndaro cuando decía: “Hazte el que eres.” ¡Hazte el que eres! Porque lo que se es, es un producto del hacerse, de lo que uno se hace. Cada espíritu humano es un hecho, y un hecho en gran parte de sí mismo. Cada cual es su propio hecho y su propio hacedor, (Acaso convendría desgajar el término hechor de sus compuestos bienhechor y malhechor, y decir que uno es su hecho y su hechor.) Cada espíritu humano es un hecho —no un suceso— histórico y un hacedor histórico. Y la Historia no es un punto estático, sino una línea dinámica. Línea que no es menester que sea recta. Es más viva una curva esférica, o elíptica, o parabólica, o hiperbólica, o espiral, o como sea. Lo que hay que conservar es la línea. La consecuencia lineal es tan consecuente como la puntual, y es más viva. Consecuencia, bien lo sabes, supone secuencia, seguimiento, y lo que se está, lo puntual, no se sigue. Estar, pues, donde se estaba no es consecuencia, sino paro. O parada.

Me dirás que tú todavía no te has hecho, no te has podido hacer. Y que es precisamente lo que buscas. Pero para ello lo que tienes que hacer es actuar y no situarte. Y actuar en tu caso y a tu edad es, sobre todo, pensar. Déjate, pues, de programas de partidos y piensa la democracia, y la conservación, y la tradición, y el radicalismo, y el progreso, y la sociedad y el liberalismo..., piensa la Historia. No la concepción materialista de la Historia, sino la Historia misma. Y aunque me acuses de paradojista, o de conceptista, te diré que es mejor darse a la concepción histórica de la materia, o sea de la realidad exterior.

Ya sé, ya sé lo que me dirás, y es que en este sentido que soléis llamar idealista, y que es el más realista de todos, te sientes llamado, te sientes con vocación a los ideales que se llaman extremos, al comunismo una veces, al fajismo otras. Acude, pues, a tu vocación y piensa la Historia conforme a ella, que ya se enderezará tu pensamiento. Aunque ello, claro está, te impida situarte. No comprendo una juventud gubernamental como no sea la de los meritorios. Y esto, bien lo sabes, no es cosa de vocación, sino de colocación.

Piensa nuestra historia, la historia española contemporánea, piensa la historia de nuestros partidos y sentirás cuan vacía de sentido histórico está. Y que los partidos que se llaman por antonomasia históricos son los menos históricos. Y te darás cuenta de cómo lo más propio del republicanismo histórico ha sido conservar la Monarquía, y cómo ésta cayó al empuje de otras fuerzas menos puntuales. Porque el republicanismo histórico estaba frente a la Monarquía; estaba, pero no era; se situaba más que actuaba. Porque no puede llamarse actuación a aquellas pobres conspiraciones sin verdadera respiración. La historia del republicanismo apartaba a la República de la historia de España. El partido republicano era una situación.

Claro está que no he de pretender mostrarte a esa novena de partidos en una línea de derecha a izquierda o de delante a detrás, pues sería acaso más adecuado presentarlos ramificados y hasta con entrecruzamientos de las ramas. Y en cuanto a más o menos radicales, como radical viene de raíz, habría que averiguar cuáles son las raíces de una concepción política. De que hay que arrancar algo radicalmente, de raíz, se ha sacado un arranque radical, como de la frase de que falta materialmente tiempo, se ha sacado el disparate de que falta tiempo material. Y en todo caso, distinguir palabras es distinguir conceptos.

Con esto, según ves, no tiro tanto a marcarte un método de tratar los problemas políticos como un estilo de tratarlos. Y si me dijeres que esto no pasa de literatura política, te diré que lo otro, si es algo, es política literaria. Total: ¡empate! Que así actúo sin tener que situarme. Y procuro actuar aclarando con el lenguaje el pensamiento de historia.

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