lunes, 24 de julio de 2017

Escuela y despensa únicas

El Sol (Madrid), 2 de junio de 1932

Suma y sigue. Porque nos peta continuar y ensanchar las consideraciones tan obvias que hacíamos en nuestro último comentario sobre lo que sobra o lo que falta. Consideraciones que a más de un lector le habrán parecido inspiradas en lo que se dice interpretación materialista de la Historia. ¿Pero lo es? ¿Dónde el materialismo? ¿Dónde la materia y dónde el espíritu? Muy en lo justo andaba aquel economista inglés que dijo que la economía y la religión son los dos ejes de la historia humana. Y acaso son uno solo. La llamada religión, una economía a lo divino, atenta a resolver el gran negocio —así le llaman los jesuitas— de nuestra salvación eterna, y la llamada economía política, una religión —lo es el bolchevismo— atenta a resolver el negocio de nuestra salvación temporal. Y entre las dos una estrechísima alianza.

Hablábamos de la recluta malthusiana de las Órdenes religiosas dedicadas a la enseñanza para surtir de siervos pedagogos a la sociedad civil. Pero hay —se nos dirá— las otras Órdenes, las contemplativas, las dedicadas a la oración. También ellas cumplen una misión económica, o si se quiere económico-religiosa. Son asilos en que se refugian los náufragos de la vida, náufragos de nacimiento. Son los que permiten a los demás vivir con un poco, muy poco, más de anchura. De crisis económica surgieron en el siglo XIII las Órdenes mendicantes. Y quien lea atentamente nuestra literatura picaresca podrá darse cuenta de lo que significaban el monacato y la frailería cuando estalló la Reforma.

Hoy a la Iglesia sucede el Estado, y si aquélla, la Iglesia, fue una institución benéfico-docente, una institución benéfico-docente se está haciendo el Estado. Tiende a hacerse la escuela única y el asilo único. “Escuela y despensa”, que dijo nuestro Costa. Cuando oigáis hablar de eso de la escuela única fijaos en que no se trata, ni sólo ni principalmente, de que esté abierta la escuela a los hijos todos de los ciudadanos, cuanto de que sean funcionarios del Estado todos los instructores, todos los maestros. El Estado docente ha de atender tanto o más que a todos los que aprendan, a todos los que enseñen. Y a la vez el Estado se convierte en el único asilo, en la única despensa. Escuela única y despensa única. Y decidme, ¿son otra cosa el sovietismo y el fajismo? Y lo mismo da que el Estado surja de los Sindicatos únicos que de los Sindicatos libres. Las dos clientelas acaban por fundirse en una, única y... ¿libre? Libre, nunca.

Hay aquello que Carlos Marx llamaba el ejército de reserva del proletariado, el que había de mantener la que Lasalle llamaba ley férrea del salario, el ejército de esquiroles o rompe-huelgas. El de los obreros parados, que es de siempre, de los que con su paro mantienen esa ya mítica ley férrea. Y en cierto modo formaban parte de ese ejército económico la clerecía y el ejército militar. Para guardar la que se llamaba sociedad burguesa, o capitalista, sus capitales, sus caudales, tiene que rodearse de un verdadero ejército, diversificado; pero este ejército es el que llega un tiempo en que le consume tanta parte de caudal como el que trataba de guardar. La prima del seguro le cuesta tanto como el riesgo de que trata de asegurarse. Y es el proceso actual de expropiación del capitalismo. ¿Que los anarco-sindicalistas se preparan al asalto de expropiación? El remedio consiste en hacerlos guardias de asalto al servicio de los capitalistas. Es ya antiguo lo de que el matute se acaba haciendo celadores de consumos a los matuteros todos. Y así el asalto llega por otro camino.

Por los tiempos mismos en que nuestro Costa repetía su tópico de “escuela y despensa”, otro español típico, nuestro Ganivet, solía repetir otro tópico, y es que las revoluciones se evitan aumentando, universalizando la burocracia. Es el tópico central de la conquista del Reino de Maya por el último conquistador Pío Cid. Los señores serán despojados por sus criados. Pero figuraos que entra a conquistar el Reino —o República, es igual—, en vez de Pío Cid, que es una especie de Don Quijote, con una cabeza confusa, con un entendimiento brumoso, sobre un corazón y un sentimiento todos luz y nobleza, que entra una especie de Julián Sorel —el del Rojo y negro, de Stendhal—, es decir, una cabeza bien organizada, un entendimiento claro y cortante y frío, sobre un corazón torturado y resentido, y decidme lo que puede ocurrir. Aunque el resultado sería igual, pues no depende de la psicología de los conquistadores.

¡Lo que estamos pensando en estos días de disolución íntima de nuestro régimen histórico —disolución económica, disolución religiosa, disolución política, acaso disolución estética—, en nuestro Don Quijote, y en nuestro Íñigo de Loyola, y en nuestro Segismundo, y en nuestro Don Juan! Y andamos buscando en nuestra historia o en nuestra leyenda pasadas las figuras que correspondan al Yago shakespeariano o al Julián Sorel stendhaliano.

Nuestra España está entrando en el periodo disolutivo en que tan entrada está ya Europa, que va a un nuevo régimen económico-religioso. Hubo el Renacimiento, hubo la Reforma, hubo la Revolución. Ahora llega el Resentimiento y con él la escuela y la despensa únicas, el Reino de Maya.

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