lunes, 9 de octubre de 2017

Superficialidad e intimidad

Ahora (Madrid), 10 de mayo de 1933

Habría querido, señor mío, obediente a su requerimiento, decirle algo —muy elemental desde luego— atañadero al sovietismo, al fajismo y al capitalismo, al papel del empresario —de que tanto se ocupó antaño el economista Walker— de ese medianero entre el capitalista y el obrero; de cómo cuando es el Estado el capitalista —саsо del comunismo— el empresario se convierte en funcionario de aquél, y de cómo el obrero, siervo de este Estado, obtiene poco, pero más que obtendría siendo trabajador por su propia cuenta. Y de cómo se llega a una organización jerarquizada en que apenas si hay norma para fijar lo que a cada uno le corresponde ni que sea eso del salario justo de que dijo León XIII, el Papa. Pero me he dado cuenta de que para resumir sobrе eso lo que han dicho otros tendría que partir de ciertas nociones elementalísimas, pero que la experiencia de publicista me ha enseñado que carecen de ellas los más del promedio de nuestros lectores. Y no quiero escribir para usted y los como usted tan sólo.

¡Si viera usted, señor mío, las preguntas que se me dirigen y las aclaraciones que se me piden! Cosas que pueden encontrarse en cualquier Enciclopedia barata y hasta en un diccionario. Culpa en gran parte de los libros de texto en que se nos ha formado la mente, encenegados abrevaderos de ciencias en extracto y extractadas ¡cómo! Sin que sean lo peor de ellos los disparates. Casi todos olvidan aquí que lo elemental es lo fundamental, y a tal punto ha llegado esto, que tiemblo cuando se habla de cultura, y si es de alta cultura me siento arrecido.

Mas dejando por ahora aparte estas consideraciones pedagógicas —y por lo tanto demagógicas— voy a exponerle algo, por vía de introducción, a la respuesta de lo que me pregunta, que si es cosa que usted lo sabe, habrá otros muchos que la hayan olvidado o que no se fijarán al aprenderla, lo debido en ella. Respecto a los como usted hasta me da vergüenza recordársela.

Es ello la noción corriente de que conforme crece un volumen disminuye la relación de su superficie. Un niño tiene más superficie respecto a su volumen que un adulto; lo sabemos todos aunque muchos en la práctica lo olviden. Un metro cúbico tiene seis metros cuadrados de superficie, y ocho metros cúbicos tienen veinticuatro, es decir, no ocho, sino cuatro veces más, o sea la mitad. Cuando se divide una masa en pequeñas porciones se aumenta la superficie de su materia, su campo de contacto con el exterior. Esto es de clavo pasado, pero vea usted cómo se olvida cuando se trata de masas humanas en el sentido espiritual. Y para ir desde luego al fondo del argumento le diré que una masa humana —una organización cualquiera, secta, partido, agrupación...— cuanto más crece en masa disminuye en conciencia, pues ésta, la conciencia, es función de superficie. Y cuanto más compacta sea la masa, más apretada —más de cemento— menos conciencia la penetra. Porque pierde porosidad.

La conciencia, en efecto, es superficialidad; por la superficie, por la periferia, se comunica uno con el exterior. Y si hay un conocimiento entrañable y entrañado es porque hay lo que podríamos llamar superficies interiores. Las superficies interiores de las entrañas son tan superficiales como las “extrañas” de la piel ¡Ay de la masa humana que no se deje airear por dentro! ¡Ay de ella si eso que llaman disciplina le impide airearse! Perderá conciencia. Porque la conciencia no es nada democrático; la conciencia es siempre individual. Y si se unen varios individuos la conciencia disminuye para cada uno.

Me figuro que el individuo animal se originó de la escisión de una masa porque al crecer ésta su superficie disminuía relativamente y se hacía mal su cambio con el exterior. Por otra parte el cerebro humano ha aumentado, merced a sus circunvoluciones, su superficie de relación. Y muchas veces se ha dicho que la civilización helénica se debe en gran parte a que Grecia tiene, con sus islas y sus costas, un enorme contorno respecto a su área. Pues aplique usted esto a lo espiritual y anímico y verá que los pueblos de muchas y fuertes individualidades, de individuos bien acusados, son los que pueden mejor llegar a poseer fuertes personalidades. La personalidad es el contenido de la individualidad.

Y ahora, en disgresión, venga otro caso. Pone un pez su hueva y queda ésta expuesta a los embates de fuera, entre ellos a los de la voracidad de otros peces. Los huevecillos periféricos son los más expuestos y perecen protegiendo a los de dentro. ¿Sobrevivencia del más apto? ¡Ah, no, si no que desgraciado del que nace periférico! Pero por otra parte ya le diré algún día cómo es un error creer que cierta selección artificial, de Estado, de los niños a quienes se trata de educar, sirva para obtener mejor producto. Es sistema que acaso dé un mejor promedio —y aun lo dudo—, pero sacrificando genialidades. La democracia educacional no enriquece la conciencia nacional de un pueblo. Hace más por ésta un pequeño grupo, una minoría de gente selecta, de gente de mayor superficialidad en el sentido en que se lo he explicado. Un gran sentido común macizo, de masa, no vale tanto como unos pocos sentidos propios.

Ya sé yo que las relaciones entre el individuo y la comunidad no son tan sencillas como de estas elementales nociones podrían parecer; ya sé que cabe un individualismo comunista o un comunismo individualista —anarquista o libertarlo; ya sé que la superficialidad y la intimidad pueden conjugarse; ya sé que hay una conciencia de fuera a dentro y otra de dentro a fuera; ya sé que... pero sé sobre todo que hoy aquí en España lo que hay que defender y predicar es la individualidad personal, es la conciencia individual. Y que sin ésta eso que se llama disciplina social es peor que nada.

Y ahora, antes de entrar a decirle algo de comunismo, individualismo, fajismo y capitalismo me permitirá que insista en cómo de la superficialidad —del individuo rico en superficie— se va a la intimidad, a la riqueza entrañada. O sea que sólo el que es rico en contradicciones es rico en consistencias. La gramática habla de conjunciones disyuntivas, que lo mismo podría llamarlas disyunciones conjuntivas. Y perdónenmelo los lectores que me piden que me haga Enciclopedia o Diccionario.

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